ÉLMER MENDOZA Y SU GOZO POR LA LITERATURA

27/06/2014 - 12:00 am

«Porque me encanta, me siento importante, necesario, lo disfruto. Siento que cuando escribo soy más guapo, mi mujer me quiere más, mis amigos me miran con más respeto. Son todas cosas que no tienen nada que ver con el acto de escribir, pero que me bastan…», dice Élmer Mendoza. El escritor sinaloense quiere con su nuevo libro El misterio de la orquídea calavera extender una mano a la nueva generación de lectores mexicanos, «en un México que por la noche tiene misterios insondables, que no se resuelven pero que al mismo tiempo no aterrorizan, se soportan. En el día, es un México que tiene color, lenguaje, convivencia, amistad, planificación, toma de decisiones, elementos vitales para la existencia de un país».

Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
“Cuando escribo me siento más bonito y mi mujer me quiere más”, dice Élmer Mendoza. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

Ciudad de México, 12 de junio (SinEmbargo).– “Cuando escribo me siento más bonito y mi mujer me quiere más”, dice Élmer Mendoza, uno de los autores mexicanos más respetados por sus colegas, probablemente uno de los más leídos por el público.

Desde la novela negra, su pasión militante, el escritor sinaloense presenta por estos días El misterio de la orquídea calavera, una historia dentro de una historia dentro de otra historia con la que refrenda su fe en la palabra escrita, su amor por la literatura.

Viene de atravesar una delicada enfermedad. Tuvo el virus de la varicela zóster que casi lo manda para el otro patio, pero aquí está otra vez, vivo e intenso, como es su costumbre, revolviendo el avispero con un personaje imposible, un muchacho medio tonto, con acné, al que le dicen Capi y que constituye el modo con que Élmer quiere extender una mano a la nueva generación de lectores mexicanos.

No murió Mendieta. Nació El Capi. Y así, una novela sobre los padres y los hijos que inicia con una de esas llamadas telefónicas que nadie quiere escuchar avisando que el jefe de la familia está secuestrado.

Hay una cosa que queda clara desde la primera página de El misterio de la orquídea calavera. Si te secuestran, no querrás que sea El Capi y su escaso conocimiento de la vida los encargados de negociar tu rescate.

Pero el azar y el autor de la novela han dispuesto que el adolescente bueno para nada sea el único disponible para atender el teléfono y desde ahí a la selva de Xilitla, un sitio donde los menos extraños son los fantasmas y las brujas, hay un solo paso. Un paso que debe dar El Capi.

No hay tiempo más muerto que el que transcurre entre un secuestro hasta la próxima llamada instructiva de los secuestradores y el muchacho lo ocupa leyendo. Así conoce la historia de Las Pozas, el jardín surrealista creado por Edward James, cuya historia transcurre en paralelo a la suya.

El ejercicio es gozoso: leemos con El Capi, junto a él asistimos al espectáculo fantástico de la literatura, de aquello que van descubriendo las palabras, como un velo que se quitara para que finalmente el muchacho pueda ver el mundo en su esplendor, también en su miseria.

Muchos de los comentarios que el adolescente deja caer en unas páginas donde abundan el humor y la ingenuidad son los que haríamos en voz baja frente a las obviedades de un texto abstruso.

Otras opiniones del Capi cuando lee se constituyen en desopilantes por lo imposibles, pero siempre manifiestan ese estatus del lector desarmado frente a las uñas y los dientes que esgrimen las palabras cuando las escribió otro, un ausente, un desconocido.

Si al Capi le secuestran a su padre unos desalmados. A él lo raptan unas letras impresas que pocas veces entienden pero que siempre lo entretienen y lo acompañan en su soledad de adolescente desorientado y niño poco querido.

* * *

Hace tiempo ya que Élmer Mendoza juega a ser Élmer Mendoza, el autor que ensaya varios registros porque se le da la gana, porque se ha ganado el derecho, porque puede hacerlo.

Cualquiera pensaría que sus nuevas páginas fueron dictadas por un azar de dados tirados al aire, pero en realidad hay algo más que el juego: es el goce por construir territorios donde su pluma pueda sentirse cómoda, andar con ropa de casa por paisajes extraordinarios, lo que parece mover la sangre de este autor imprescindible.

Portada "El misterio de la orquídea calavera". Foto: Especial
Portada «El misterio de la orquídea calavera». Foto: Especial

Para el autor de La amante de Janis Joplin, el ejercicio de la literatura dentro de la literatura que practica en su nueva novela ha sido “divertidísimo”.

“Sobre todo cuando pasas de ser lector a escritor y viceversa, es un proceso muy estimulante”, dice en entrevista con SinEmbargo.

–Te sacaste de la manga, además, a un personaje maravilloso como El Capi…

–Sí, un chico que tiene derecho a la grandeza, pero él no lo sabe y tiene que descubrirlo. No es el inútil que muchos piensan.

–¿Cómo es armar un personaje alrededor de lo que se supone será una saga?

–Eso no es lo difícil. Yo tenía pensado una historia de un personaje en el desierto y terminé poniéndolo en la selva. Ahora lo regresaré al desierto y ya no tendré problemas.

–¿Qué fue lo difícil?

–Todo el proceso. Esta novela me llevó como cuatro años y medio de hacer notas, investigar. Viajar varias veces a Xilitla para ver todo el tema de Edward James, ubicar el Huanacaxtle de los corazones, en fin…

–Lo interesante de la novela es que tanto para Edward James como para El Capi, México ofrece territorios prácticamente extraterrestres…

–Fíjate que sí. Ambos, además, coinciden en no complicarse al percibir esa extrañeza y le agregan un trozo más a esa “pela”, ¿no?

–¿Cómo es el México de El misterio de la orquídea calavera para ti?

–Es un México que por la noche tiene misterios insondables, que no se resuelven pero que al mismo tiempo no aterrorizan, se soportan. En el día, es un México que tiene color, lenguaje, convivencia, amistad, planificación, toma de decisiones, elementos vitales para la existencia de un país.
grandeza–Es una novela sobre la descomposición de la familia, ¿verdad? Con esa madre casi judía, no mexicana…

–Sí, es cierto. Esa mujer que se la pasa llorando, que no sabe resolver problemas y que lo que hace es acudir al recurso del llanto…bueno, al menos dicen que es un recurso pero nunca lo descubro al menos en las mujeres que me rodean. El Capi tiene una hermana exageradamente impostada, que cuando finalmente se encuentra con su hermano en lugar de estimularlo se alía con el novio para afectarlo. Esa hermana además muestra una debilidad que la familia desconocía…

–El mayor recurso de El Capi es el humor.

–Me divierte mucho cuando El Capi interrumpe la lectura para hacer algún tipo de comentario. Es como un escape y una defensa, el libro amenaza con atraparlo pero él no se lo quiere permitir. Tiene esas salidas humorísticas que me gustan mucho. Fíjate lo que te digo: Me gustan, como si no hubiera escrito yo el libro…(risas)

–En un gesto casi vanguardista hablas de la experiencia de la lectura, que no suele ser muy común en la literatura.

–Es verdad, hay pocos textos que exploran o dan cierto papel a los lectores. Me gusta en ese sentido el libro de Michael Ende, La historia interminable, donde se habla un poquito de eso que experimenta un lector cuando se enfrenta a las páginas… Al Capi siempre se le está escapando la historia, es un lector independiente e indomable.

–Bueno, El Capi se acerca a los libros como se acerca a la vida, ¿verdad?

–Sí, es una reflexión muy válida, porque algunos libros se diferencian de otros pues en ellos está la vida. En esta historia del Capi este proceso es tan sencillo, tan natural, mientras lo escribía pensaba en eso de la sencillez y por eso elegí contar la historia desde la perspectiva del Capi Garay, porque es un personaje que no tiene un capital cultural que esgrimir o defender, por tanto se entrega a ese proceso con naturalidad.

–¿Discutiste con alguien, tomaste algún modelo, para la historia dentro de una historia?

–Había discutido con un autor de Mexicali que se llama Ángel Norzagaray y él había hecho su tesis de doctorado alrededor del tema la literatura dentro de la literatura, citando entre otros a Miguel de Cervantes y tomando también mi libro Cobráselo caro. Hablé con él durante una cena y comentamos la riqueza que tiene esa posibilidad literaria, aunque sin citar ningún ejemplo. También hay algunos detalles que me marcaron de La historia interminable.

–También es cierto que se trata de un policial en el sentido más clásico del género y por el otro es un policial muy vernáculo

–Y vernáculo en el sentido estricto del término, porque hay un pueblo y hay personajes muy simpáticos, nada complicados

– ¿Buscas que se destaque de ti el sabor mexicano?

–Me gustaría que lo mencionaran, ¿tú lo harías?

– En esta historia más que en ninguna otra, creo que sí…

–Nunca tuve la pretensión de ser un autor químicamente puro y blanco, sino la de contar historias que apostaran por la ternura, por la amistad, por esas uniones que los hombres y las mujeres son capaces de hacer por los demás, simplemente porque los quieren. Los que estamos en este mundo tenemos que querernos y ayudarnos.

–¿Y cómo te sientes con la salida de la novela?

–Con la esperanza de estar dando un paso adelante, no me gusta dar pasos para atrás. Sentí cosas distintas mientras la escribía. Me parecía por ejemplo estar usando algunas cosas de las historias del Zurdo Mendieta, entonces me paraba y comenzaba a dar vueltas alrededor del texto. Miraba por la ventana o me bajaba al patio, porque no quería que fuera de esa manera, tan flagrante. Ya sé que al final toda tu obra se parece, pero quería evitar las similitudes deliberadas.

ESCRIBE PORQUE LE ENCANTA

Foto: Antonio CRuz, SinEmbargo
«Ya sé que al final toda tu obra se parece, pero quería evitar las similitudes deliberadas», afirma. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

En 2012, Élmer Mendoza recibió un reconocimiento más que merecido: ingresó a la Academia Mexicana de las Letras como representante de Culiacán, la tierra donde nació y donde vive.

«De esta forma se reconoce al escritor que ha sabido reflejar en sus obras el habla particular de su región, catedrático de la Universidad Autónoma de Sinaloa, tallerista, incesante animador de la lectura y promotor cultural», dijo entonces el INBA.

Su primera novela fue Un asesino solitario (1999); le siguieron otras como Efecto Tequila (2004), Cóbraselo caro (2005) y La prueba del ácido (2010).

Elmer es también autor de El amor es un perro sin dueño (1991), Firmado con un klínex (2009), Cada respiro que tomas (1991) y Buenos muchachos (1995), entre otros volúmenes de cuentos y crónicas.

Toda una vida dedicada a la literatura, entre viajes a congresos y charlas o cursos que suelen estar colmados y numerosas columnas dedicadas a leer y comentar la obra de sus congéneres.

–¿Por qué escribes, Élmer?

–Porque me encanta, me siento importante, necesario, lo disfruto. Siento que cuando escribo soy más guapo, mi mujer me quiere más, mis amigos me miran con más respeto. Son todas cosas que no tienen nada que ver con el acto de escribir, pero que me bastan…

–Incorporas al mundo de la literatura mexicana un saber estar muy preciado…

–Bueno, ojalá me lo consideren porque hay que saber estar, saber sostenerse, hacer buena literatura y no bajar la guardia. Superarse a uno mismo es la única manera que permite seguir contando historias para compartir con los otros.
disfruto
– ¿Quién fue la primera persona que leyó El misterio de la orquídea calavera?

–Verónica Flores, mi editora. Se sorprendió por lo diferente del libro en relación a los anteriores, pero ella tiene un ojo especial que nunca la abandona y esa es una de las razones por la que le tengo tanta confianza. Así que nos pusimos a trabajar y aquí está el libro.

Trancapalanca fue tu libro más personal, aquí vuelves a esconderte como un fantasma detrás de las historias…

–Efectivamente, lo único que dejo ver son algunos nombres de amigos o ciertas referencias literarias, pero es bueno que el autor no se exhiba tanto, porque terminará por fastidiar al lector.

–¿Qué estás haciendo ahora?

–Escribo la cuarta novela del Zurdo Mendieta y acabo de salir de una enfermedad bastante fuerte que no me permitió trabajar durante un mes. Ahora estoy volviendo a escribir y espero con más fuerza que antes. Tuve una enfermedad llamada herpes zóster, que es muy dolorosa. A mí me la trajo la vacuna contra la influenza.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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